Ha pasado medio siglo desde que el franquismo quiso procesar, castigar y volver a doblegar a un Pueblo que en las tinieblas de la dictadura se había atrevido a levantarse de las cenizas de la guerra. En 1970 en Burgos el régimen franquista pensó que condenando a prisión a aquel grupo de jóvenes militantes de ETA, imponiéndoles la pena de muerte y dándoles un escarmiento conseguiría derribarles y acabar con el independentismo.
El eco de aquel juicio se extendió desde Euskal Herria al mundo, para volver fortalecido y hacer temblar al franquismo, a ese régimen que quería borrar la existencia y el futuro de este Pueblo. En su soberbia y arrogancia, Franco, el franquismo, la dictadura, no entendió que el Pueblo que había empezado a levantarse ya no estaba de rodillas; que después de cincuenta años ya no podrían arrodillarle.
Con su valentía, aquel puñado de jóvenes militantes nos enseñó a ponernos en pie incluso cuando parece imposible, y su ejemplo perdura hoy en nosotras y en nosotros y perdurará en el futuro en el actuar y en los sueños de las nuevas generaciones. Hay quienes han querido explicar de forma más vaga el significado del proceso de Burgos, enrocándose en una interpretación interesada de la historia. Quizás no pudiendo entender, o no pudiendo admitir aún, que una juventud que vivía el instinto de pueblo de este pequeño país tuvo el valor de alzarse ante a un gran imperio. Pero hoy, echando la vista atrás, el Independentismo de Izquierdas tiene muy claro que el proceso de Burgos supuso un hito para la supervivencia de Euskal Herria.
Hoy, cincuenta años después, el proceso todavía no ha concluido; hoy, al igual que ayer, la juventud vasca es llevada a los tribunales, pensando que escarmentándola apagarán las ansias de libertad de este pueblo. El camino no ha terminado y, además, no podemos decir que los Estados que nos rodean hayan
abandonado la estrategia contra el independentismo. Todavía hoy, siguen respondiendo con la negación y la represión a nuestras reivindicaciones y aspiraciones soberanistas. No obstante, cincuenta años después, podríamos decir que la necesidad de la independencia es una oferta política fuerte y que está preparada para competir cara a cara con otras ofertas políticas en Euskal Herria.
Hoy en día tenemos que hacerle frente no solo a la actitud imperialista de los Estados, sino también a la epidemia que se ha extendido por todo el planeta. Ahora que las consecuencias de la pandemia han agravado la crisis sistémica, tenemos que cuidar y garantizar la salud de nuestra sociedad, actuando y perdurando como pueblo, porque la salud también es uno de los pilares de la soberanía.
“Ezpatari nagusitu zaio Herria” (“El Pueblo ha vencido a la espada”), escribió Telesforo Monzón tras el proceso de Burgos. ¡Sí! Euskal Herria venció a la espada, y las y los jóvenes soñadores de las nuevas generaciones seguimos por ese camino, construyendo Euskal Herria pueblo a pueblo, piedra a piedra, en todos los ámbitos, con la soberanía y la República Vasca como objetivo. Euskal Herria necesita la palabra y la decisión, y no nos callarán hasta conseguirlo.